STICK


Lector Impertinente.

Julio/25.

 

 

Más allá de las referencias golfísticas, la serie protagonizada por Owen Wilson cuenta la historia de Pryce Cahill, una ex estrella de ese deporte que dejó de jugar en 2009 tras sufrir un colapso mental en medio de un torneo.

 

Una serie deportiva tradicional, con ese costado humano y sensible que ha ganado terreno en los últimos años gracias al éxito de TED LASSO –no casualmente, un producto también de Apple TV–, STICK intenta encontrar ese ángulo justo entre lo divertido y lo sentimental, entre lo específico y lo genérico, y lo alcanza apenas unas veces. Si esto fuera equiparable a un torneo de golf como los que juega uno de sus protagonistas, se podría decir que la serie se queda a mitad de la tabla, con un par de bogeys, otros birdies, pero ningún «hoyo en uno».

Más allá de las referencias golfísticas, la serie protagonizada por Owen Wilson cuenta la historia de Pryce Cahill, una ex estrella de ese deporte que dejó de jugar en 2009 tras sufrir un colapso mental en medio de un torneo. Hoy, el tipo está divorciado y se dedica a vender equipamiento en una tienda de deportes, a entrenar a algunos vecinos de Indiana, a beber y a ver cómo su casa se convierte en un caos. No es un desastre –todavía conserva la simpatía y el encanto que le da Wilson casi sin quererlo–, pero está cerca de serlo.

Como sucede en estos casos, un día aparece un «milagro del cielo». Se llama Santi (Peter Dager) y es un adolescente de 17 años que le pega a la pelotita de golf con una potencia increíble. Decidido a convencerlo de probar suerte en el U.S. Amateur Championships –que tiene premios en dinero–, Pryce se enreda en la vida de este chico y de su madre latina (la actriz mexicana Mariana Treviño) haciendo lo imposible y metiéndose en problemas económicos para hacerlo volver a jugar a un deporte que el chico en realidad ya había abandonado.

En el medio aparecerá Mitts (el comediante Marc Maron), un amigo y ex caddie de Pryce con el que hace algunas «estafas de salón» para hacer unos dineros (las apuestas son un tema llamativamente recurrente a lo largo de la serie), su ex mujer (Judy Greer) que quiere que Pryce enderece su vida y una chica woke llamada Zero (Lilli Kay) que conocen apenas inician su tour y se suma a la banda. El asunto se pondrá en marcha con el eje más puesto en reparar asuntos en sus vidas que en ganar torneos, aunque ellos digan y crean lo contrario. Es que todos, de un modo u otro, tienen un trauma, una grieta, un agujero personal a resolver que se irá develando con el correr de los episodios.

a serie recorre todos los beats narrativos esperables de este tipo de historias de posible redención en el contexto del deporte: los momentos de camaradería, las peleas, las trampas que salen a la luz, los logros y derrotas, los enemigos ocasionales (allí aparece Timothy Olyphant, que se lucirá en los últimos episodios) y las charlas sinceras en las que los personajes, luego de darles muchas vueltas a sus respectivos asuntos, se sinceran emocionalmente con los otros. En ese sentido, al creador de la serie se le va un poco la mano con la cantidad de golpes bajos que da a partir de hechos traumáticos del pasado de varios de los protagonistas.

No hay mucha originalidad aquí –más bien ninguna– pero la serie logra avanzar gracias a la química entre Wilson, Maron y una muy graciosa Treviño, que va y viene del castellano al inglés todo el tiempo. Cada giro narrativo se ve venir a la distancia como si hubiera salido de un manual de construcción de guión, pero por lo general la serie lo asume como parte de una propuesta que se asume sensiblera y un tanto manipuladora. STICK jamás busca ser otra cosa que una amable y quizás emotiva historia de un deportista caído en desgracia al que se le presenta una segunda oportunidad en la vida y que intentará, esta vez, no arruinar.

Para terminar: "Podría haber una agradable comedia de 90 minutos escondida aquí, pero una temporada completa sobrecarga dolorosamente una historia deportiva estándar sobre perdedores, hasta que sólo deseas que termine”.


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