Masacre de obreros en Granada
Jaime Tenorio.
Julio/25.
El precio fue excesivo, pero la muerte de Antonio Huertas Remigio, Cristóbal Ibáñez Encinas y Manuel Sánchez Mesa, sirvió para alcanzar un acuerdo sobre un convenio colectivo que mejoró las condiciones laborales de los trabajadores de la construcción granadinos, convirtiéndose en uno de los más avanzados de España en aquel momento.
El acontecimiento más trágico relacionado con el movimiento obrero granadino se enmarca en la huelga de la construcción de 1970, cuando, tras meses de intentos negociadores, y ante la negativa de la patronal a aceptar las mejoras propuestas por los trabajadores que incluían, entre otras, una reducción de los abanicos salariales, ocho horas de trabajo, la eliminación de horas las extras y destajos, el colectivo de trabajadores determinó ir a la huelga.
Durante la reivindicación laboral de aquellos trabajadores de la construcción que se desarrolló en la ciudad de la Alhambra, fueron asesinados por la Policía del régimen fascista del genocida Francisco Franco, tres trabajadores que reclamaban sus derechos. Los nombres de Antonio Huertas Remigio, Cristóbal Ibáñez Encinas, y Manuel Sánchez Mesa, quedaron escritos para siempre en las páginas de la historia negra de la ciudad andaluza.
El 21 de julio de 1970 se desarrolló una manifestación por las calles granadinas, la primera que se hacía en la ciudad desde la Guerra Civil, y a ella acudieron un buen número de los más de cuatro mil trabajadores de la construcción censados en Granada, con representantes de casi todos los pueblos de la provincia y un fuerte apoyo social.
La represión del régimen criminal franquista no solo fue desproporcionada, ya que los manifestantes caminaban en orden y sin responder a las provocaciones que recibían por parte de algunos adeptos a la dictadura, y desde los sectores más conservadores de la conservadora Granada, fue brutal al dar la orden de cargar contra los manifestantes. La policía que esperaba la orden de carga y estaba preparada para arrollar a los manifestantes actuó con tal virulencia y desprecio por la integridad física y la vida de los obreros que solo reclamaban derechos, que tras la carga de los pistoleros fascistas quedaron en el suelo, frente al edificio sindical, los cuerpos de tres trabajadores víctimas del afán asesino del régimen genocida franquista.
Fue tal la repercusión social que alcanzó la brutal actuación policial que incluso el arzobispo de Granada, Benavent Escuin, publicó una carta pastoral en la que condenaba la brutalidad de las fuerzas represivas de la dictadura, al tiempo que permitía el encierro en la catedral de Granada de un grupo de trabajadores que continuaron así con las reivindicaciones que vieron cómo se incrementó el apoyo que de los ciudadanos recibían, hasta que finalmente se logró la firma del convenio colectivo con algunas concesiones de la patronal que cedió a una pequeña subida salarial y se consintió una jornada laboral de 48 horas semanales, logrando los trabajadores granadinos uno de los mejores convenios colectivos de España.

Monumento a los trabajadores de la construcción muertos en 1970 durante las reivindicciones obreras en Granada
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