El espejo del Pasado
Joaquim Pisa.
Agosto/25.
Campesinos murcianos que olvidan su propio pasado, o tal vez no: tal vez persiguen y maltratan inmigrantes porque ven reflejado en ellos su propio pasado, y les entra el pánico. Tienen miedo, pero no de los inmigrantes sino de sí mismos, del lugar histórico y social del que vienen y al que podrían regresar algún día.

Mi abuelo materno era un pequeño propietario agrícola, de ideas republicanas. En los veranos de los tremendos años cuarenta, solía contratar jornaleros trashumantes para las faenas de la cosecha. Mi madre recuerda que cada año llegaban al pueblo varias familias de murcianos para emplearse como jornaleros; eran agricultores a los que los franquistas les habían robado todo -las tierras, el dinero, la dignidad- tras la guerra. Mi abuelo tuvo bastante suerte pues aunque era republicano (azañista), las represalias que sufrió fueron mínimas. en comparación al menos con las padecidas por otras personas de su mismo pueblo.
En aquellos años cuarenta, los jornaleros murcianos eran el epítome del hambre, la enfermedad y la miseria material. Los niños que llevaban con ellos estaban desnutridos, y en su mayoría padecían afecciones oculares que les causaban las tristemente famosas entonces legañas. Las familias de los jornaleros dormían en los pajares, junto a las eras, pero cuando algún niño enfermaba lo llevaban a casa de mis abuelos, y entonces mi abuela se convertía en enfermera, nutricionista y madre suplente del crío, mientras la pobre madre estaba trabajando en el campo. Todo esto son recuerdos de la infancia de mi madre, y lo he contado en "Las cenizas del sueño eterno".
Hoy, en Murcia, los descendientes de aquellos campesinos arruinados por el franquismo que se desparramaban por el norte de España para buscarse la vida como temporeros, se han convertido en ricos propietarios de unidades de producción agrícolas, desde las que abastecen a gran parte del país y exportan tanto o más. Bajo los famosos plásticos se cultivan frutas y verduras no de temporada sino de modo continuo, en cosechas sucesivas a lo largo del año. En esos invernaderos o como sea que los llamen no trabajan ellos, los propietarios, sino inmigrantes que, como antaño sus padres y abuelos, han tenido que salir de su tierra para encontrar algo con lo que alimentar a sus familias.
Lamentablemente, lo que encuentran a menudo esos inmigrantes -en Murcia y en tantos otros lugares-, son explotadores sin escrúpulos que se aprovechan de su situación "ilegal", para tenerlos trabajando sin contrato y pagarles una miseria, siempre con la amenaza de la expulsión, trabajando en jornadas agotadoras encerrados en invernaderos de plástico aspirando pesticidas y otros tóxicos. Si enferman, los echan a la calle. Es la esclavitud moderna, que ha hecho millonarios a gente que hace 20 ó 30 años no tenían donde caerse muertos.
Un refrán que repetía mi bisabuela refranera decía que "no hay nada más maldito que el pobre se vuelva rico". Efectivamente, en el pueblo de Torre Pacheco, en Murcia, llevamos días comprobándolo. Bandas de fascistas llegados de fuera (y también vecinos de ese pueblo) persiguen inmigrantes por las calles, en una cacería que solo habíamos visto en algunas películas norteamericanas antiguas. Campesinos murcianos que olvidan su propio pasado, o tal vez no: tal vez persiguen y maltratan inmigrantes porque ven reflejado en ellos su propio pasado, y les entra el pánico. Tienen miedo, pero no de los inmigrantes sino de sí mismos, del lugar histórico y social del que vienen y al que podrían regresar algún día.
A esos campesinos enriquecidos por la explotación de sus semejantes de piel oscura les da miedo pensar que un día, no hace tantos años, sus mayores tuvieron los ojos llenos de legañas, y que tal vez ellos vuelvan a tenerlas en el futuro.
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