Siria, la nueva herida que desangra Oriente Medio


Tras trece años de guerra civil en Siria, en realidad una guerra encubierta de potencias, y el derrocamiento del régimen de Bashar al-Assad en diciembre del año pasado, el país ha quedado en manos de una facción islamista encabezada por Ahmed al-Sharaa, un fundamentalista considerado, hasta hace muy poco, terrorista por Estados Unidos, que ha sido retirado de la lista de terroristas internacionales y presuntamente perseguidos por la administración norteamericana. 

Quizá porque la diplomacia estadounidense ya ha comenzado a tejer su tela de araña para que esta vez no se escape a su red de influencia una de las piezas más ricas de Oriente Medio, una Siria que previsiblemente entrará ahora en un proceso de desestabilización como los que ya han vivido Irak, o Libia, donde gobiernos poco amables con la Casa Blanca fueron derrocados por “movimientos populares y espontáneos de revolución democrática” que una vez liberados del dictador que los sometía completamente, se perdieron en una espiral de violencia étnica y religiosa que los hizo más vulnerables y accesibles a la “democracia” que tarde o temprano les garantizará Estados Unidos, a cambio del completo sometimiento. 

© Leo Correa/Copyright 2025 The AP. 

El gobierno de Estados Unidos, es decir las grandes corporaciones financieras del mundo, cuenta en la región con un perro violento y sin cadena que lo amarre, Israel, que ataca a todo aquel que le ordena su amo, un can que se revuelve rápido en cualquier dirección dispuesto a desgarrar la piel de cualquier territorio, a sajar la carne de una víctima que no haya mostrado la suficiente “afinidad” con el amo imperial, y Ahmed al-Sharaa cometió el error de no inclinarse lo suficiente ante la delegación enviada por Trump a Siria, lo que ha derivado en una nueva oleada de violencia con ataques judíos al territorio sirio con la excusa de defender al pueblo druso, una parte de la población siria, hasta ahora perfectamente integrada en el tejido social del país, pero que tras la caída de Bashar al Assad, casualmente y en un espontáneo movimiento de revolución democrática y popular, ha optado unilateralmente por una amplia autonomía respecto del gobierno de Damasco, que inmediatamente envió tropas a la región de Sweida bastión druso, una iniciativa del nuevo gobierno sirio que ha sido contestada inmediatamente por los misiles judíos para, según Jerusalén, complicando bastante el escenario sirio. 

Los drusos, una comunidad de aproximadamente un millón y medio de personas en todo el mundo, de las que casi la mitad viven en Siria, son considerados una de las comunidades más antiguas de Medio Oriente. Se trata de un grupo étnico y religioso de habla árabe, pero mantiene prácticas y creencias propias, profesando una fe ligada a la rama chiíta del islam y está basada en la creencia de que Dios es incognoscible indescriptible y absoluto.  

Los enfrentamientos entre drusos y sirios comenzaron a fines de abril con la filtración de una grabación de audio en la que supuestamente se escuchaba a un líder religioso druso, insultando al profeta Mahoma. Aunque el líder druso negó que fuera su voz y el Ministerio del Interior de Siria confirmó que la grabación era falsa, ya era tarde y se había desencadenado la violencia sectaria que ha dejado ya más de 1.500 muertos, tras el último ataque del ejército judío contra Damasco, en una escalada de violencia que nadie desea, claro, pero que tanto conviene a los Estados Unidos y su violento perro judío.  


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