La Silla Insolidaria y vacía.


Specula.

Julio/

 

Para Trump la cooperación internacional no ha sido más que un negocio fallido, un lugar en el que él, corto de miras, no iba a sacar grandes beneficios.

 

Donald Trump borra de Sevilla a EEUU: el mensaje de una insolidaridad estratégica poco calculada.

En Sevilla se han dado cita los principales líderes mundiales, y ellos o sus representantes han acudió al Foro Mundial de la ONU para discutir sobre cooperación, desarrollo sostenible y acción climática en un encuentro respaldado por Naciones Unidas. La incomparecencia de Trump no fue solo protocolaria: fue ante todo política. La negativa del presidente norteamericano a participar en esta cumbre de altos dignatarios internacionales, es la enésima señal de una visión del mundo basada en la endogamia nacionalista, la destrucción intencionada de consensos multilaterales y el desmantelamiento sistemático y acaso mal calculado de la solidaridad internacional.

Para Trump la cooperación internacional no ha sido más que un negocio fallido, un lugar en el que él, corto de miras, no iba a sacar grandes beneficios. En su primer mandato retiró a EE.UU. del Acuerdo de París, paralizó aportes a la OMS en plena pandemia, boicoteó programas de ayuda exterior y torpedeó siempre los mecanismos de coordinación con aliados tradicionales. Su oferta de adhesión era un orden internacional, el suyo, dominado por intereses exclusivamente transaccionales, en el que la lealtad se paga con migajas y la cooperación se supedita a la ganancia del corto plazo.

El desaire a la cumbre de Sevilla confirma que nada ha cambiado. Trump no solo decidió no acudir —algo previsible en su visión estrecha de intereses aviesos—, sino que lo hizo dejando claro su desprecio por el multilateralismo. Para él, estas cumbres son “teatro burocrático”, en palabras de su entorno, sin utilidad práctica para los “intereses reales” de EE.UU que, a la postre, confunde y mezcla con los suyos. La realidad es que estos foros permiten coordinar políticas sobre cambio climático, migración, seguridad alimentaria y ayuda humanitaria: temas que afectan tanto al Norte como al Sur global, temas que al ínclito Donald no le interesan lo más mínimo.

Esa ausencia de Trump fue un acto político bien calculado. Envía un mensaje a su base electoral: “podemos dar la espalda al mundo y lo hacemos”. Y otro, no menos claro, al resto del planeta: Estados Unidos ha vuelto a cerrarse sobre sí mismo. El multilateralismo es reemplazado por una diplomacia de fuerza. La cooperación, por la imposición, y los intereses globales por los muy particulares del Tío Sam.

Esta burda estrategia de insolidaridad deliberada se proyecta en el interno electoral americano, en el que gran parte de su electorado desconfía de los organismos internacionales y rechaza cualquier política exterior que implique sacrificios. Parecen olvidad acaso por ser tan estrechos de mente como su presidente, que ese aislamiento tiene costos: menor influencia en la resolución de conflictos, pérdida de liderazgo en el combate al cambio climático, y una creciente desconfianza entre aliados tradicionales que ya empiezan a mirar hacia Bruselas o Pekín para llenar el vacío estadounidense.

Es verdad que Trump no ha estado en Sevilla, y nadie lo esperaba realmente. Pero su silla vacía dejó un mensaje muy evidente. Y lo que dijo fue inquietante: si el mundo espera liderazgo solidario desde Washington, mejor que busque en otro lugar. Bruselas no parece a día de hoy ese lugar que alberga el liderazgo, sin embargo China, paciente y práctica, sigue desplegando tentáculos con amables inclinaciones de cabeza.

Imágenes creadas por Inteligencia Artificial para Alternativa Mediterráneo. Uso libre.


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