La liturgia de la supervivencia Política
Alberto Granados.
Septiembre/25.
"Y el electorado aguantando el tirón como puede, con verdadero hartazgo, asco y desconfianza. Y la extrema derecha subiendo por culpa de la gestión caótica de los roles de gobierno y oposición que les corresponden a PSOE y PP. Y a esperar, desoladamente, que la situación se resuelva en un país cada vez más triste llamado España."
Parece que nuestros partidos políticos, de uno al otro lado del espectro, han cambiado la dinámica del poder ejecutivo, esa dinámica destinada a hacer cosas (ahora se diría a implementar) en beneficio de la población, por la de la supervivencia, que consiste en mantener el poder, renunciando incluso a las líneas maestras anunciadas a bombo y platillo en forma de promesas electorales durante la última campaña. Ya no importa qué medidas legislativas se ejecutan, sino permanecer en el cargo lo máximo posible, por encima del balance de aciertos y errores, las falsedades, las promesas incumplidas, etc. Mantenerse a toda costa, no bajarse del burro, aunque haya que caer en un liturgia burlesca y vergonzosa, de esas que serían más que suficientes para provocar el sonrojo, si no creyeran que el electorado es imbécil y que cada uno de nosotros se cree los infundios que en su delirio nos cuentan cada día, aunque el sufrido elector sabe que todo es una gigantesca pantomima que arruina la nobleza del oficio de político en su sentido clásico del servidor de la cosa pública.
Para permanecer en la Moncloa, Pedro Sánchez ha intentado hacernos creer que la financiación singular de Cataluña nos beneficia a todos, que el pasteleo con Junts no es una compra de los votos necesarios para gobernar, que las concesiones no son una vergonzosa bajada de pantalones. Pero no nos convence, ni siquiera a los más proclives a comulgar con ruedas de molino. Es un mero ejercicio de supervivencia que, eso sí, cuenta con ciertas complicidades, no por la excelencia de las medidas, sino por el pánico a que entren en la Moncloa el Partido Popular y su aliado natural, el neofascismo de VOX, que supondría una involución de décadas.

El 25 de mayo de 2018 triunfó la moción de censura, planteada por el partido socialista, que dejaba a Mariano Rajoy y la formación política en la que se sotenía fuera del gobierno de la nación.
Y el Partido Popular, por su parte, empezó deslegitimando la moción de censura a Rajoy, pese a ser un mecanismo constitucional. Después, tras las últimas elecciones generales volvió el intento de deslegitimar la formación de gobierno por parte de Sánchez. Ninguna de las dos medidas desprestigiadas por los voceros del PP eran ilegítimas, sino una simple aplicación de nuestro sistema político, les guste o no a los conservadores. Eso de que Feijóo no es Presidente porque no quiere, es una simple versión revisada de la fábula de la zorra y las uvas.
Desde las primeras intentonas de deslegitimación los miembros de la bancada popular no han cesado de exagerar, mentir, interpretar dolosamente y embarrar todas las medidas del ejecutivo. Si Sánchez nos obligó a confinarnos durante la pandemia, con cientos de muertos diarios, era una dictadura bolivariana donde no se permitía tomar cañas (¡hay que ver la estupidez y el tirón de complicidades que suscitó un pensamiento tan primario!). Si Sánchez tomaba medidas contra el volcán, la dana o los incendios, era una injerencia, pero si no la hacía era negligencia. Si Sánchez convocaba a los barones de las autonomías, no acudían porque de antemano sabían que era una forma de chupar cámara del Presidente. Llegó a plantearse que el uso del pinganillo era ofensivo y la señora Ayuso se salió de una importante reunión, (como siempre: con aires de niñata maleducada y choni, que no me explico cómo consigue encandilar a los madrileños que la votan).
Gente como Bendodo, Tellado, la antigua portavoz, Cuca Gamarra, o la nueva, Esther Muñoz, parecen amanecer con la descalificación ya preparada y el propio Feijóo pide todos los días del año la dimisión de Sánchez, con una monotonía cansina y estúpida, que el Presidente contrarresta inmediatamente.
De los demás partidos, ni hablo: Prefiero pensar que la burbuja Vox pinchará en cualquier momento y Podemos es un partido que tras alcanzar un número de votos cada vez más limitado, actúa como si hubiera obtenido la mayoría absoluta, sin la menor capacidad de diálogo y negociación. Y es una pena, porque muchas de sus ideas me gustan mucho más que algunas propuestas del PSOE, pero no saben hacer política. Les basta con estar convencidos de que tienen razón, algo lamentablemente innecesario en el ejercicio de la política. Que lo que queda de Podemos haya votado junto a PP y Vox ya es todo un síntoma de la degradación política que sufrimos.
Y el electorado aguantando el tirón como puede, con verdadero hartazgo, asco y desconfianza. Y la extrema derecha subiendo por culpa de la gestión caótica de los roles de gobierno y oposición que les corresponden a PSOE y PP. Y a esperar, desoladamente, que la situación se resuelva en un país cada vez más triste llamado España.

El 4 de mayo, 30 trenes y 10.700 viajeros se vieron afectados por una incidencia provocada por el enganchón de un tren Iryo con una catenaria y, previamente, el robo de 150 metros de cable de cobre en cinco puntos diferentes
De repente, una cadena de desastres parece haberse desatado: un apagón global, una serie de averías en las catenarias de los trenes, los incendios en cadena. Tanto suceso junto no puede ser una casualidad, ni un síntoma de ineficacia. Cuando lo pienso, no puedo evitar acordarme de alguien que dijo aquello de “quien pueda hacer que haga”. Y pienso, tampoco puedo evitarlo, en determinados jueces que parecen dispuestos a encontrar delitos que no veo claros, situación que podría llamarse abiertamente prevaricación.

La ola de incendios que ha calcinado media España en lo que llevamos de 2025 ha afectado especialemente al noroeste peninsular, particularmente Castilla y León y Galicia, que concentran gran parte de la superficie quemada.
Las declaraciones de Bendodo (“la directora de Protección Civil es una pirómana”) me parecen ya el culmen de los despropósitos. Aquí no ha habido más que un hecho: en los sitios donde han estado gobernando los negacionistas del cambio climático, se ha desmantelado la infraestructura sobre prevención. Y cuando ha venido el lobo, se ha quemado una superficie que bate récords y que está poniendo contra las cuerdas a los presidentes autonómicos de Galicia, Castilla-León, Extremadura y Andalucía. Decían que esos sistemas de prevención eran chiringuitos socialistas y los hicieron desaparecer. Pero llegó la pandemia y nuestros mayores fueron condenados a muerte, después llegó la dana de fin de octubre y Mazón, que aún no ha dado la cara ni ha dimitido, se comió 200 y pico muertos. Y llegaron los incendios y el fuego devoró casi medio millón de Has. Y como asumir semejante error es perder las próximas elecciones, han sacado una sonrojante artillería denostando de quien menos culpa tiene: el gobierno, como si la ciudadanía fuera tonta de baba y no se enterara de la película.
Es inadmisible. Ya está mal la ineficacia, a veces rozando lo criminal, pero que no asuman sus errores y nos mientan me parece repugnante. Y los avances de la extrema derecha, con su carga de fascismo, xenofobia, clasismo y racismo serán un producto de esta situación. El negro futuro que nos espera será culpa de la estupidez de muchos de nuestros políticos actuales.
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Totalmente de acuerdo con lo expuesto en el texto