Más de lo mismo
Jose Miguel Montalbán.
Septiembre/22
El régimen ilegitimo y genocida del traidor fascista Francisco Franco, convirtió España en un campo de concentración, con cementerio aledaño, tras la Guerra Civil española, un penal en el que sucumbieron en torno a ochenta mil personas. Hay que tener en cuenta que es imposible plantear una cifra “ajustada” dadas las condiciones en que se llevaron a cabo la mayoría de las “detenciones”, que no fueron otra cosa que secuestros perpetrados por escuadrones de la muerte falangistas que asesinaban a sus víctimas en cualquier lugar sin juicio o “documentación” que sirva hoy a los historiadores para establecer una cifra aproximada, no obstante es comúnmente aceptado teniendo en cuenta los “paseíllos” efectuados durante la guerra civil (en torno a 150.000) y los represaliados por el franquismo “documentados oficialmente” (más de 50.000), que la cifra de españoles asesinados por el régimen de terror del “Caudillo” durante los años de su “reinado”, sobre todo en las primeras décadas, puede oscilar en torno a los 80.000.
ue el “Franquismo” un estado dictatorial y criminal que durante cuarenta años sometió a España bajo la férrea voluntad de un sátrapa resentido y afeminado que se rodeó de una “nobleza” leal y “baturra”, a la que enterró en privilegios y oro, como fin para garantizarse su lealtad. Una suerte de “Guardia Pretoriana” tocada de impunidad y con poder sobre la vida y la hacienda de los españoles, compuesta por lo general por delatores, fanáticos, estraperlistas, corruptos o corruptores, matones de gatillo fácil e inquieto dedo, todo tipo de amigos de lo ajeno y codiciosos de la mujer del vecino, que no tenían mayor empacho en denunciar a quien se interponía entre ellos y el objeto de su deseo y una vez hecha la denuncia de forma cobarde, o sea, anónima, no tenían más que sentarse a esperar escuchar una descarga en las tapias del cementerio para apoderarse de lo que nunca fue suyo con la anuencia, colaboración e imprescindible complicidad, de unas fuerzas del “orden” que velaron porque el “orden” de cola en el paredón no se alterase, y una Iglesia tan criminal y corrupta como el propio estado, al que apoyó casi sin fisuras y otorgó el perdón para todos sus pecados in saecula saeculorum.
Todos aquellos asesinos, incluido el mayor de todos ellos, murieron en su cama y en la gracia de su Dios, con la tranquilidad de saber que el fruto de su saqueo estaba a salvo, para que sus hijos y nietos pudiesen seguir disfrutando de las mieles del crimen, que con tan poco esfuerzo ellos habían reunido. Herederos estos ladrones de aquellos asesinos, que no solo jamás han pedido perdón por los crímenes pasados, o devuelto el deshonesto estipendio obtenido por la sangre vertida, es que impiden cualquier tipo de justa reparación, aunque solo sea moral a las víctimas, sirviéndose de una endogámica justicia en la que se han perpetuado los apellidos, del mismo endogámico modo que lo han hecho en las finanzas, en el ejército, en… y una Iglesia que sigue otorgando absolución a sus pecados y la certeza de una vida eterna a la derecha de Dios y su padre que andarán de “francochela”, mientras ellos se han preocupado de mantener a salvo el botín para sus herederos, como con ellos lo hicieron su padres.
El problema, permítame decirlo, es que ahora nadie le pone una pistola en la sien para que cante usted el cara al sol, mi muy estimado espécimen, es que usted estando cara al sol, no se entera, o no se quiere enterar de que le han vuelto a birlar la cartera y con el tiempo, sin que usted pueda evitarlo ya, la sanidad y la educación públicas… La vida a sus hijos.

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