La verdad desnuda al Sol
Carmen Prieto Gómez.
Agosto/25.

Imagen: Carmen Prieto.
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El cuerpo desnudo ha sido, a lo largo de la historia, objeto de contemplación, deseo, arte, censura y reivindicación. Cuando este cuerpo lo expongo voluntariamente a la luz del sol, sobre la arena de una playa, se convierte en algo más que materia: se transforma en un acto filosófico.
El desnudo femenino en la playa no es un simple gesto estival. Es un acto cargado de simbolismo filosófico.
Interpela nuestra relación con el cuerpo, con la libertad, con la mirada del otro y con la naturaleza.
En ese gesto aparentemente sencillo, de quitarme la ropa ante el mar, pensando entre lo que nos dicen que debemos ser, y lo que podemos llegar a ser si abrazamos el cuerpo como lugar de dignidad y no de vergüenza.
No me mola mucho hablar de ello, pero es un tema que tenemos que poner encima de la mesa.
Mucha gente creerá que siempre fui una gran persona, y nada más lejos de la realidad.
Siempre he vivido en un pueblo de 14.000 hab y eso tiene sus pros y sus contras.
El cambio de paradigma en la vida, no admitía (ni admite) actualmente algo que quepa dentro de una cabeza que nunca ha estado a lo largo de los años en un pueblo bien cerrado en el centro de Andalucía.
Es muy difícil, abrir mentes y no es, para nada, mi intención hacerles entender a muchas personas que aún viven en antaño. Es como atravesar montañas de prejuicios y machismos grabados a fuego.
Por eso es importante, un desnudo que dignifique y justifique nuestros cuerpos como físicos y como fuerza.
Como lo que somos, mujeres capaces de dar y de ser, de estar y de cambiar un mundo tan cruel.
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