La Conjura de los Necios
Daniel Martín.
Septiembre/25.
Si John Kennedy Toole, autor del libro cuyo título me he apropiado para encabezar esta columna aún viviera hoy, creo que estaría escribiendo la segunda parte de su obra y la titularía algo así como El Triunfo de los Necios, un libro en el que Ignatius J. Reilly sería deportado por Trump que le usurparía el papel de protagonista.
Estamos en manos de un ególatra soberbio y acomplejado que se ha adueñado de la Casa Blanca, como Hitler lo hizo de Polonia hace ahora justo 86 años, por sorpresa, con sangre, con mentiras y sin que nadie pudiese ni tan siquiera vislumbrar el caos y la ruina que en el aquel instante derivaría pocos años después.
Este segundo mandato del millonario republicano, al igual que ocurrió con la ocupación alemana de Polonia durante el régimen nazi, se perfila como un periodo de cambios globales de calado e imprevisibles consecuencias, en un movimiento sísmico con tres epicentros que van a mover los cimientos del planeta, la guerra de Ucrania, la guerra mundial comercial desatada por la aplicación de los aranceles trumpistas, y desde luego la situación en Gaza donde se ha sentenciado, y bendecido, por Estados Unidos el inmenso negocio que va a suponer el exterminio de un pueblo.

Europa se ha rendido al chantaje arancelario de Trump y, aunque con alguna voz disonante, como la del presidente español Pedro Sánchez, acepta el plan judiorepublicano para Gaza, a la que ya le han diseñado un brillante futuro neoliberal con hoteles de inmenso lujo y amplias zonas de apuestas, amén de magníficos campos de golf en los que millonarios de todo el mundo podrán disfrutar del dinero que propicia la especulación a lo bestia en el nuevo mundo diseñado por megamillonarios, y en el que Rusia y China también ha reclamado su parte del pastel global, para disgusto de los Estados Unidos.

El nuevo mundo nos lo han delineado un puñados de necios megalómanos afectados de tremendos complejos y problemas mentales que los convierten en auténticos polvorines a punto de estallar en un mundo que ha perdido el juicio por completo y se encamina a una era de caos que ni siquiera resultará aterradora, tan solo esperpéntica ante las decisiones que los autócratas al frente de los gobiernos títere de los oligarcas adoptarán en sus respectivos territorios como ya ha dejado claro el bloque europeo que, al margen de China, era el único contrapeso que se podía poner al monstruo americano.
Nos encaminamos a un desastre, mayor incluso que las dos guerras mundiales que ensangrentaron el siglo XX, un desastre de consecuencias imposibles de predecir si finalmente la locura se apodera del tablero bélico y el que vaya perdiendo tira de arsenal atómico.
Lo más cínico de todo esto es que ese escenario belicoso y sangriento de llevará a cabo según las disposiciones de un multimillonario orate que se habrá comprado el Premio Nobel de la Paz, con el unánime aplauso del resto de los necios.
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