El Guernica llega a casa
Julia Montalbán.
Septiembre/25
El 26 de abril de 1937, la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana, que durante la Guerra Civil de España combatían en apoyo del bando sublevado contra la república, bombardearon la indefensa población vasca de Guernica. Lo innecesario y la brutalidad del ataque causaron una profunda indignación internacional. En ese momento, Pablo Picasso se encontraba en París trabajando en un encargo del gobierno de la Segunda República española para el Pabellón Español de la Exposición Internacional de 1937. Conmovido por la tragedia, abandonó la idea original y, en poco más de un mes, creó una obra que se convertiría en un símbolo del horror de la guerra. El Guernica.
La obra del genio malacitano, un cuadro, de 3,49 metros de alto por 7,76 de largo, cumplió el papel para el que fue creado y se expuso en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937. Tras la derrota republicana en 1939, Picasso decidió que la obra no viajaría a España hasta que la democracia fuera restaurada y las libertades públicas garantizadas, iniciándose así un largo periplo en el que el Guernica recorrió diferentes países para recaudar fondos para los refugiados españoles. Es en 1958, cuando el Guernica encontró un hogar temporal en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, donde se convirtió en uno de sus cuadros más visitados.
La llegada del Guernica a España en 1981, tras más de 40 años de exilio, fue un momento histórico y muy emotivo que se quiso que simbolizara el fin de la dictadura franquista y el inicio de una nueva etapa democrática en España. Esta obra maestra de Pablo Picasso, pintada en 1937, no es solo un cuadro; es un grito contra la barbarie, un testimonio del horror de la guerra y un icono universal de la paz. Su retorno fue el colofón de un largo y complejo proceso de negociaciones entre los responsables del museo, los herederos del pintor y el Estado español.
La cláusula de Picasso obligaba a mantener el cuadro fuera de España hasta que en nuestro país fuera reinstaurada la república. Sin embargo, con el tiempo, la figura de la monarquía parlamentaria se consideró un sustituto válido a la república, algo absurdo, pero qu cumplia con la condición del artista.
Ya con anterioridad, en la década de 1960, se iniciaron los primeros contactos para el retorno, aunque de forma discreta y sin éxito.
El verdadero impulso para la llegada del Guernica a España se dio tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975 y el inicio de la Transición española. El MOMA, que tenía la custodia del cuadro, y con muy pocas ganas de desprenderse de la joya, exigía una demostración inequívoca de la legitimidad del nuevo gobierno español. La ratificación de la Constitución de 1978, la reinstauración de las libertades y la estabilidad democrática, bastaron para vencer la resistencia del museo.
Las negociaciones, lideradas por personalidades clave como Javier Tussell, fueron extraordinariamente complejas. El MOMA no quería desprenderse de una de sus piezas más importantes. Por su parte, los herederos de Picasso también mucho que decir en el asunto. A estas complejidades se unían los asuntos logísticos de transportar una obra de semejante tamaño y la polémica en torno a si el bombardeo fue una decisión del gobierno sublevado o fue iniciativa alemana.
Javier Tussell, en particular, jugó un papel crucial al argumentar que la obra era propiedad de la República Española, no de Picasso, y que, por lo tanto, pertenecía a España al cumplirse la condición que el propio artista había puesto. Los contratos firmados en 1937 y la documentación que demostraba la compra del lienzo por el gobierno republicano fueron decisivos para que el MOMA se viera en la obligación moral y legal de devolver el cuadro.
El Guernica es un mural de guerra, una denuncia atemporal de la violencia y la opresión. En él, Picasso utiliza un lenguaje simbólico y cubista para representar el sufrimiento y la desesperación. Figuras desmembradas, una mujer con los brazos en alto, un toro y un caballo, se mezclan en una composición en blanco y negro que evoca el ambiente sombrío de las fotografías de la época. Es una obra que habla por sí misma, sin necesidad de explicaciones.

Finalmente, el 10 de septiembre de 1981, el Guernica aterrizó en el aeropuerto de Barajas de Madrid, en un vuelo procedente de Nueva York. La operación fue de un secretismo total, para evitar cualquier incidente o atentado por parte de grupos extremistas. La caja con la obra llegó con el nombre falso de "Paquete 550" para no levantar la sospecha de ningún posible energúmeno que pudiera dañar la obra.
La llegada del cuadro fue un hito que trascendió lo puramente artístico. Fue una victoria moral de la democracia y un símbolo de la reconciliación de España. El cuadro se instaló inicialmente en el Casón del Buen Retiro, anexo al Museo del Prado, donde se convirtió en un imán para millones de visitantes. Su presencia en España fue una declaración política y un recordatorio de la historia reciente de nuestro país.
En 1992, el cuadro fue trasladado al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, un edificio más grande y mejor acondicionado para su conservación y exposición. La llegada del Guernica al Reina Sofía significó un nuevo capítulo en su historia. Se convirtió en la joya de la corona del museo, ubicado en un espacio que permite una visión completa y solemne de la obra.
El Guernica no es solo un recordatorio de un pasado oscuro, sino también un símbolo de la capacidad de la sociedad española para superar el trauma y avanzar hacia la libertad y la reconciliación. Hoy, sigue siendo un testimonio vivo, un faro de la memoria histórica y un recordatorio universal de la importancia de defender la paz frente a la barbarie.
Añadir comentario
Comentarios