El Pan


Carmen Prieto Gómez. 
Septiembre/25.

 

El otro día, fui a comprar el pan, y salí apresurada de la tienda, en esa prisa con la que parece que tenemos que vivir condenados y al meter el pan en la mochila que llevaba, no cabía o no podía.

En mi lucha titánica por meter el pan en la mochila, pasó un chico que muy amablemente me preguntó si podía ayudarme. Le dije que sí, y en cuanto me quise dar cuenta, tenía mi pan metido en la mochila y con la cremallera cerrada.

En ese momento me puse a pensar, que yo que venía del banco de sacar dinero, que osada fui al querer recibir ayuda de un desconocido con mi bolso lleno de dinero para pasar la semana.

Él, ajeno a mi pensamiento, siguió su camino como si nada, y se puso a pedir en un bar.

Yo, que al mirarlo, empecé a pensar en lo injusta que a veces es la vida, que a veces, la vida reparte las cartas sin ninguna lógica aparente, que los esfuerzos no siempre dan sus frutos.

También pensé que a veces, más que justicia, lo que nos sostiene es la resiliencia y la capacidad de construir momentos buenos incluso en medio del caos.

En medio de la desesperación de ese chico, extranjero, ayudándome sin conocerme para después pedir dinero para quizás, poder desayunar, o llevarlo a su casa…

Pasadas dos horas, lo busqué, ya no lo encontré, ni lo volví a ver.

Aunque ese día, me dejó una lección silenciosa que aprendí que:

La dignidad y la bondad pueden sobrevivir incluso en la escasez.

Duele porque es un espejo incómodo. Si la vida fuera justa, ese chico estaría desayunando sin tener que pedirlo, y seguiría ayudando a la gente.

Imagen: IA Altenativa Mediterráneo. Uso libre.


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