El Loco: los silencios de quintero.
Lector Impertinente.
Diciembre/25.
En RTVE Play he visto y me he regodeado en ello, la miniserie “El loco: los silencios de quintero”, tributo al genio de Jesús Quintero, El loco de la colina.
La aceleración del tiempo tiene un precursor en la televisión. En un momento dado, alguien entendió que para entrevistar al autor de un libro de 400 páginas bastaban seis minutos y en ellos había que tender los hilos para que el conductor pudiera replicar con sus chistes.
Pero hubo alguien que ya había hecho del escuchar su marca, su prestigio y su portal a la magia. Jesús Quintero (San Juan del Puerto, 1940-Ubrique, 2022), conocido como el loco de la colina protagoniza la miniserie documental de José Rueda y Rocío Cañaveras, El loco (los silencios de Quintero).
El relato sobre Quintero está hilvanado a través de los testimonios de sus hijas, Andrea Quintero Urrutia y Lola Quintero Bonet, que narran, desde una distancia inusual, íntima y al tiempo alejada –debido a sus sucesivas separaciones–, la vida y genio del periodista que escuchaba sin fatiga. El documental reúne también otros muchos testimonios que van de los más próximos, como el extorero Francisco Rivera o su expareja, la periodista Joana Bonet, a los profesionales, como compañeros o guionistas, para mirar detrás de las bambalinas de programas como El loco de la colina –que lo bautizó–, El perro verde, Cuerda de presos o Los ratones coloraos, entre otros, de los que acumula mucho material inédito.
Quintero solía decir que la entrevista “es el arte de conducir gentilmente al otro hacia lo que es”, recuerda Joana Bonet
Pero antes que una hagiografía de Jesús Quintero, El loco es un encomio de la conversación morosa y confiada, tanto en radio como en televisión, de la aspiración de llevar a la comunicación pública el flujo desordenado y pacífico de una sobremesa de mayo bajo el emparrado, ante una montaña de colillas y mudos posos de café. Bonet recuerda que Quintero decía que “la entrevista es el arte de conducir gentilmente al otro hacia lo que es”, y así hizo el periodista onubense durante décadas con príncipes y con mendigos.
Porque Quintero hizo de ese discurrir desordenado y contingente de la conversación una fórmula para sacar oro de los habitantes de las más altas torres tanto como de los menesterosos moradores de las luces de los puentes. Reos, yonquis, borrachos o mendicantes encontraban idéntica atención y respeto que poetas, cantantes o políticos en la mesa de Quintero, dispuesto a callar y dejar que el silencio se espesase entre ambos cuando la cuestión lo merecía y el entrevistado mascullaba quizá una adenda relampagueante.
De eso trata El loco (los silencios de Quintero) , de la búsqueda incansable de instantes electrizantes de intimidad que al periodista parecía no costarle convocar y que los entrevistados parecían deseosos de ofrecer. Quintero murió en 2022, pero su legado, ennoblecido por esta pieza de TVE, empezaron a mancillarlo los que secuestraron a sus nadies, personajes sin fortuna ni rencor a los que Quintero hacía príncipes por un día, para convocarlos en cenas de los idiotas de prime time donde buscar su humillación para solaz y carcajada de espectadores crueles, refocilados en el escarnio de los desgraciados. Llegó a obsesionarse con la telebasura, género que le producía tal rechazo que se animó a indagar en sus mecánicas y sus habituales. En la semana en que una berrea de Félix Rodríguez de la Fuente ha desnudado que la sonrisa del payaso era maquillaje y que la réplica audaz a mayor gloria de uno mismo nace de la extorsión y la soberbia, es afortunado recordar a Quintero, el loco que oía voces. Porque escuchaba.
La historia del silencio (que, claro, es el sentido de la música, sin ti no soy nada).
La voz (preciosa, temblorosa, potente, graciosa) y las sandeces (en sus peroratas o soliloquios o monólogos las soltaba o decía a puñados, esa trascendental solemnidad, malditismo simplón, reflexiones de a peseta las quinientas primeras y luego ya veremos cómo hacemos con el resto, la cuenta, las repartía, a diestra y siniestra).
Era un pícaro, listo, divertido (sobre todo, eso), guapo, sin real talento (o sí, el de no tenerlo, ninguno, mérito, en concreto, sacarle provecho, a eso, de la necesidad virtud, o qué es lo que hacía bien, preguntar/escuchar, que es de pobres como solía comentar Antonio, quién si no, lobo con piel de cordero), pero en ese aspecto, en nada, un genio, por supuesto, un oportunista, salero, que en sus mejores épocas se volvió una figura famosa (en un dicho o guasa. ¿Cómo Chiquito de la Calzada?, rumor popular), simpática, que dio o deparó sus buenos momentos (quizás el más recordado e impactante, y trágico, el de Rafi Escobedo, obvio, pero igualmente jocosos, con el ya citado Gala por ejemplo o tal vez sobre todo), o ratos hasta que se convirtió en la comidilla para luego ser, con alguna bastante inadvertida polémica (vale, que Aznar era un enano coñón, del Colorado, como el otro, como Pedro, de acuerdo, completamente ridículo, sin duda de ninguna clase, vaya caso, menudo descubrimiento, paremos el universo, tremendo, y Florentino, de Connecticut por lo menos, un trampero, no me lo creo, Escalofrío, me la juego, no conozco, sudor frío, Peligro) de por medio, progresivamente devorado/olvidado por el tiempo y el mundo, engrosando las tan numerosas filas de los don nadie de toda la vida, no somos nada, muerte a plazos/fijos.
El documental está bien, y lo dice todo para no contar nada, de puntillas pasa, o sí, que era un cabrón con pintas egoísta (el compromiso no es lo mío, de mi capa un sayo, lo que me salga del nabo, El hombre que fue jueves, es lo que tenemos los artistas de la pista de alma libre, que follamos a mansalva si nos dejan, con no cualquiera, nuestra simiente necesita de nuevas fronteras, Otros ámbitos, otras voces, es inclusiva, transversal, empática, sensible, ecosostenible, multicultural, no tóxica, Free Bird, ya te llamaré, nena, que pase la siguiente, remesa, tan joven, ¿trepa?, a por uvas, las mujeres nos necesitan, relaciones abiertas, nos debemos a los/las demás, compartimos, amamos sin de ninguna clase distingos), pero no tanto, también la mar de majo, carisma, de lado, oblicuo, de todo un poco, a la vejez viruelas, y obsesivo en/con lo suyo, que quería hacer bien las cosas, inseguro, tirano, y trabajar en lo que le gusta, ejemplo, que no se plegó a las modas o solo lo justo, un suspiro, perfecto, te admiro.
Ellas (dice una de las dos hijas que tienen visiones totalmente distintas de/sobre su padre..., pues no se aprecia, ninguna diferencia, más bien parecen intercambiables, matizables, los comentarios, lo cual no es malo, ni bueno) hablan como Dios manda, parten la pana, quizás la madre es o sea un poco demasiado pistonuda, empalmada, se echa en falta a la otra, casi parece que grita o declama, entusiasta, fuerza de la naturaleza, el resto lo mismo o parecido, aunque algo más apagados castigados (por la vida que es muy puta y a todos iguala, en lo malo, bajo rasero), Gemio, Rivera, Vicky, Barceló, García..., ni una mala palabra ni un verso suelto.
Suele pasar, que los documentos que ensalzan a figuras o personajes que son o eran perros verdes (bichos raros, ovejas negras, anarquistas, iconoclastas, surrealistas, el sursum corda) suelen acabar siendo, en las manos amorosas de los que los cuentan o traducen o liman o realizan, caniches, perros de agua/s, agradables, convencionales, encantadores, pulidos, maqueados, maquillados, llenos de afeites, cremas y fulares, emocionantes (lloras), decidida moralmente buenas personas, que no han roto nunca un plato o apenas, que no hacen daño a nadie ni incordian o molestan, que se los puede llevar y traer, enseñar o pasear por todas partes, no dan la nota, no dicen esta boca es mía, inofensivos, achuchables, cachivaches, pasen y vean y si encuentran algo mejor, comparen, pero también, sí, ay, vacíos e inanes, lo uno por lo otro y no tanto, fijar y dar esplendor, dar cera y pulir cera, pedestal, estatua e himno, placa conmemorativa, teatro, Quintero, lo tuyo es puro cuento, aje y no malaje, qué duda cabe.
Sí, se reía bien, lo actuaba, sea, hacía como que era la consecuencia necesaria de la situación, del descubrimiento o epifanía o iluminación del momento instante sobrevenido e inesperado y por ello más feliz y gozoso si cabe, revelado, que la vida o la existencia era o es un coladero, y un caladero, sin ningún puto sentido, un sumidero, un moridero lleno de carcajadas y humor lleno repleto, para partirse la caja, de pino, puente, hoyo y tentetieso.
Todas las personas a nada que nos fijamos un poco en ellas, tampoco mucho, son un tópico andante, igualicos unos a otros, darse gusto, ese mecanismo eternamente repetido, microscópicas variaciones para exacto tema, de lo contrario, no mientes a la bicha, mejor no meneallo, un abismo de vaguedades se abre ante nosotros, desconexiones, inexactitudes, corrupciones, y, claro, Jesús, un, ante todo, fracaso rotundo morrocotudo, mortal de necesidad, definitivo, cáustico, corrosivo, previsto, inaudito, aburrido, clásico, con fin, y mudo, sin motivo, he dicho.
Quizás ahora sería Jordi Wild (y cientos más que siguen la estela o senda... del maestro, Entrevista con el vampiro, La conversación, Tenemos que hablar de Kevin, con tanta pereza y mansura), ese/el hombre, sin atributos, y su falla o problema haya sido nacer antes de tiempo, epígonos, o que no vivió lo suficiente, La inmortalidad, está para eso, quién sabe, o no, justo lo opuesto, el tiempo da la vuelta, vuelve, al Punto de partida, siempre.
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