El Encargado.
Empiezo humildemente reconociendo que soy un medio entendido en cine. Sencillamente lo disfruto o no (incluidas las medias tintas). Pero sé distinguir la temática, y eso me permite ser más o menos riguroso con los detalles/acontecimientos de los guiones

Lector Impertinente.
Enero/26.
En el caso de El encargado, es tal el disparate, lo singular de su trama, su truculencia..., produciendo tanta hilaridad, que obvias con indulgencia los excesos, lo absurdo, los sinsentidos, etc., que acontecen en su desarrollo.
He leído en algún comentario que deja la profesión de encargado, conserje, portero o como queramos llamarlo, bastante maltratada. Ahora les ha tocado a ellos (¡pobres!), pero si tuviéramos que recapitular sobre los oficios, profesiones y empleos "maltratados" por la ficción fílmica creo que no se libraría ninguno. No olvidemos que estamos ante una comedia (aunque con trazas de drama social), y eso lo justifica (casi) todo si logra su intención: hacerte feliz sonriendo.
Conclusión: He disfrutado como pocas veces lo hago. Todo el equipo, desde el primero hasta el último, son geniales.
Sinfonía ética, cómica, social e incluso revolucionaria la que nos presenta con esta serie el tándem Gastón Duprat y Mariano Cohn, quienes ya nos deleitaran con las magníficas cintas El Ciudadano Ilustre, Mi obra Maestra o El hombre de al lado. En esta ocasión centran la historia en un personaje icónico interpretado de forma inimitable por el genial Guillermo Francella.
Eliseo, encargado o portero de un edificio de ricos propietarios burgueses, después de treinta años en el puesto, con una dedicación a su tarea y trato con sus patrones exquisita, se enfrenta al proyecto de una pileta(piscina) en la terraza que en caso de ser aprobado supondrá su despido irremediable.

El cómo Eliseo enfrente esta situación nos abocará a todo un delirio de situaciones repletas de inteligencia, humor y suspense que él mismo provocará y que encierran sobre todo una propuesta ética y una magnífica fotografía de la lucha de clases.
Se ha leído por ahí el calificativo de psicópata para nuestro Eliseo, nuestro, como representante de la clase obrera asalariada, y dicho adjetivo no puede ser más errado. Eliseo es plenamente consciente y lucha con total lucidez e ingenio por un fin justo, que tiene doble cara, individual y colectiva. Individual porque lucha por conservar la dignidad de su trabajo bien desempeñado, su medio de vida, y colectivo porque representa a todos los asalariados que sufren la misma alienación, la misma enajenación del producto de nuestra actividad vital y nuestra plena libertad cuando nos vemos obligados a vender lo único que tenemos, nuestra fuerza de trabajo.

La sonrisa de Eliseo que en un segundo se desvanece en un rictus serio, imagen con la que termina la cabecera de cada capítulo y con la que regala Eliseo a cada abuso de los propietarios una vez que estos se dan media vuelta, es la metáfora perfecta de lo que implica esa enajenación. Eliseo el de verdad, el libre, es el que se rebela, el que pierde en un instante la sonrisa; el otro Eliseo, el preso de su trabajo es el que debe sonreír y aplaudir incluso el propio proyecto que lo va a enviar al paro, como cualquiera de nosotros debe sonreír y complacer al patrón como personas enajenadas de nuestra propia voluntad real, ocho horas durante cinco días por semana. A cada abuso pensamos un rabioso “la concha de tu madre” o un “manga de hijos de...” o un “desagradecidos de mierda”, nosotros somos Eliseo.
La ironía y sus bromas actuadas son su arma, su máscara para poder decir lo que piensa en un contexto donde no somos iguales, donde hay una inhumana jerarquía entre clases, y donde una debe ser sumisa a la otra, sometida a quien la compra.
E insisto en que su fin es bueno, a pesar de que el camino que escoge quizás no lo sea, y que sus medios puedan sacrificar a otros. Eliseo opta por una ética consecuencialista, en donde los medios se ajusten a la justicia del fin, la justicia de sus consecuencias. Y su pensamiento está en el colectivo cuando vemos cómo entrega a quien lo necesita cosas útiles que los ricos tiran a la basura o cómo aconseja a la chica contratada en B por la pareja de niños pijos buscar los servicios de un abogado para recibir lo que es justo, Eliseo tiene conciencia de clase y bien firme.
También es honesto, y sí decide contar la verdad a quien realmente aprecia (los más vulnerables) a Beba y a los niños, de cómo ha planeado la explosión del depósito, y lo es cuando se siente mal por tener que perjudicar a Miguel, el chico que limpia los cristales permitiendo que sea él el acusado. Su fin es mayor, es la justicia de treinta años de vida realmente recompensados con su continuidad en el puesto. No es el fin de la explotación, pero es su dignidad la que está en juego.
Finalmente, dos personajes aclaran todavía más el crudo escenario de la lucha de clases: el abogado, antes fiel y entusiasta de los planes del Doctor Zambrano, muestra al final la misma pasión con Beba cuando ella preside, ¿de qué lado está entonces? Él lo aclara: “siempre del lado del poder”. Y el otro portero recordándole que “nunca serás como ellos” recibe la cara de reprobación rebelde de nuestro Eliseo, que sabe que ya nada le impide seguir luchando por el pastel completo algún día: el final de toda explotación, de la división de clases, lograr una comunidad de personas que por ser materialmente iguales sean ya por tanto plenamente libres de sonreír y hacer a la sonrisa permanecer.
Una recomendación: A ciertos actores y actrices españoles y a ciertos ingenieros de sonido españoles les recomendaría aprender a hacerse entender (a los primeros); y aprender a poner los micrófonos, ecualizar y mezclar (a los segundos). ¡Aprendan de los argentinos! Como español, entiendo mejor a éstos que a muchos compatriotas (últimamente recurro a poner subtítulos en series y películas españolas).
Estamos orgullosos de nuestra adaptabilidad y compromiso con la excelencia en cada aspecto de nuestro servicio. Explora lo que tenemos para ofrecer y verás cómo podemos contribuir a tu éxito.
Añadir comentario
Comentarios