Las Dos Españas.


Josemi Montalbán.

Enero/26.

 

Una España insolente, inculta, soberbia, obcecada en lamer la mano de quien le roba el pan y la ata a una yunta, adoradora de las cadenas y el Padre Nuestro, una España que nunca aspira a nada, y casi ni respira.

 

El actual clima de tensión y confrontación que irresponsablemente ha sembrado la banda franquista Partido Popular en su disputa con la banda nazi VOX, por ver cuál de las formaciones fascistas se vende más de extrema derecha, ha llevado a nuestro país a resucitar el viejo pensamiento machadiano de las dos Españas, solo que ahora no es una la que nos hiela el corazón, que son las dos. 

La mal llamada España de derechas, acomodada en su tradicionalismo ultramontano, en su costumbrismo pretérito, en el ancestral concepto de una patria en comunión con Dios, divida en clases, arriba del todo los privilegiados, con derecho a todo, y abajo del todo todos los demás sin derecho a nada. Una España en grises hipócritas que niega el derecho al aborto a la mujer que no pueda permitirse el lujo de pagarlo fuera o dentro, pero pagarlo. Una España que aplaude el genocidio de un pueblo, idiotizada por unos medios de comunicación prostitutos en los que solo cuentan las cuentas a fin de mes, unos patriotas que insultan, agreden, injurian, corrompen y mienten, mientras acusan a los demás españoles de insultar, agredir, injuriar, corromper y mentir. Una España secuestrada por jueces indecentes, por banqueros codiciosos, por especuladores depredadores, por estafadores, regida por sospechosos habituales, encadenada a los dogmas de una Iglesia con las sotanas manchadas de sangre desde que presuntamente crucificaron a un tipo en un Gólgota palestino que hoy sigue rezumando sangre derramada por los mismos, impunemente asesinados por los mismos que, presuntamente, derramaron la sangre de aquel Cristo en aquel mismo Calvario. Una España involucionista e incongruente, cargada de odio a lo desconocido, al de fuera, y acomplejada por lo de fuera, cerrada en su esencia pero deseosa de ser Estados Unidos, aterrada por los avances que amenazan sus costumbres ancestrales y su desfasado tradicionalismo, pero que asume como propia cualquier mierda que nos manda el amigo americano, temerosa de cualquier ligero movimiento que pueda cambiar mínimamente el estatus quo social, los privilegiados por miedo a perder alguno de sus privilegios, y los siervos por miedo a tener que tomar sus propias decisiones, a coger las riendas de su vida y marcar el rumbo a su albedrío, convencidos como están de que su lugar en el mundo está en las caballerizas del señor y la obediencia ciega al señor, que sabe lo que a todos conviene, porque para eso el señor tiene privilegios.  

Una España insolente, inculta, soberbia, obcecada en lamer la mano de quien le roba el pan y la ata a una yunta, adoradora de las cadenas y el Padre Nuestro, una España que nunca aspira a nada, y casi ni respira. 

La España mal llamada de izquierda, acomodada en su compromiso moral, humano y político con la libertad, en su creencia de que los Derechos Humanos todo lo pueden, y seguramente por eso permite que cualquiera con poder defeque sobre los Derechos Humanos. Una España presunta de progreso que no prohíbe las corridas de toros porque la tortura del pobre animal mueve mucha pasta, y es un acto sádico que agrada presenciar a los de arriba. Una España progresista, comprometida con la cultura, que permite el falaz discurso religioso regándolo con el oro de todos, la estulticia social aprobando programas de enseñanza que promueven el desconocimiento de las humanidades, de la historia y el derecho, pero lo compensa con protocolos para combatir un machismo social que no existiría si se enseñase el valor del respeto mutuo, con normas de igualdad que no serían necesarias si, desde la cuna, en lugar de inculcarnos que somos diferentes vistiendo distinto, recibiendo distintos juguetes, estigmatizando los sexos, porque pichula o chochete, los dos sirven para lo mismo...desahogarnos, se nos inculcase que no importa como cada cual miccione, de pie o sentada, sentada o de pie, porque todos somos iguales y complementarios, una España solidaria que acoge al inmigrante sin tener lugar digno donde ubicarlo, una España moderna que sigue lastrada por los viejos vicios, una España racista donde nadie es racista, porque nunca se nos educó para no serlo, ni se nos enseñó qué era no serlo. Una España de izquierda soberbia, pretenciosa, orgullosa, encerrada en su verdad social que se relame en el lujo, y muy poco hace por cambiar el status quo. Una España progresista que no hace progresar al pueblo, inútil, incapaz, corrupta como todos, solo que más pobres, tan acostumbrada a pasar hambre que se roba el pan y deja para los otros el caviar. Una España en permanente lucha contra el poder financiero, que termina siempre por aceptar el despacho que siempre le ofrece el financiero que realmente tiene el poder, archienemiga de la desigualdad social que ampara a quienes siembran desigualdad y estrangulan a la sociedad.  

Una España tan de izquierdas que se arrojó en brazos del neoliberalismo con más entusiasmo que los neoliberales. Una España de compromiso democrático que predica tan bien como los predicadores filibusteros, los dogmas de un sistema que nació podrido en su raíz, y que ni a derecha, ni a izquierda, le interesa regenerar, plantando una nueva semilla. 

Por todo esto, españolito que vienes al mundo te guarde Dios; porque no una, sino las dos Españas te van a dar por el culo. 


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