La derecha sigue apostando por la calle.


Specula.

Diciembre/25.

 

"Lo curioso es que la derecha española, tan veloz para prender antorchas cuando el caso implica a alguien del PSOE, suele exhibir una lentitud digna de estudio cuando los escándalos apuntan a su propio campo."

 

Comenzamos con la sorpresa, no por rigurosa pero sí por falsa, de que ETA está “preparando su asalta al País Vasco y Navarra” en palabras de Ayuso en el Templo de Debod, con un asunto que ha hecho saltar todas las alarmas informativas… aunque no por razones informativas, sino por lo esperpéntico de las mismas. La convocatoria de Feijóo en la que intervino la lideresa madrileña, pierde gas respecto de la última con 10.000 manifestantes menos que no son ni de lejos los 500 que Abascal había convocado por otro lado frente a la sede del PSOE en la Calle Ferraz, a través de sus juventudes llamadas Revuelta, y a la que acudieron, atendamos al contraste, gentes que superaban la sesentena. En ambos casos se pedía la dimisión de Sánchez de diversas maneras bárbaras.

Porque lo que estamos viendo estos días no es solo el encarcelamiento de José Luis Ábalos y Koldo García, sino la manera en que la derecha política y mediática ha decidido abalanzarse sobre el caso como un depredador que huele sangre. Una derecha que, lejos de pedir explicaciones con seriedad o exigir responsabilidades con rigor, ha optado por la vía fácil: convertir un episodio judicial en un espectáculo de oportunismo político sin escrúpulos.

Las manifestaciones convocadas por estos sectores son un ejemplo de cómo se construye una narrativa antes, incluso, de conocer el alcance judicial real de los hechos. La consigna es simple: “todo lo que toque al PSOE confirma nuestras sospechas; todo lo que suceda es la prueba de que llevábamos razón”. Nada de matices, nada de prudencia, nada de respeto a los procesos judiciales. La prioridad es otra: extraer rédito del escándalo y amplificarlo lo suficiente como para que cale en la opinión pública una idea que llevan años intentando imponer por saturación: que la izquierda —toda— está corrompida por naturaleza.

Lo curioso es que la derecha española, tan veloz para prender antorchas cuando el caso implica a alguien del PSOE, suele exhibir una lentitud digna de estudio cuando los escándalos apuntan a su propio campo. Entonces piden calma, respeto a los tiempos, presunción de inocencia, y ahí viene Montoro y su corrupción ministerial a nuestra mente como si de un aparecido se tratase. Pero cuando el acusado lleva carné socialista, de pronto todos esos principios democráticos pasan a ser prescindibles. En su lugar, aparece un fervor moralista impostado, una indignación de quita y pon que solo se activa cuando conviene.

Fotos: Red

Las manifestaciones de estos días, presentadas como un gesto de “regeneración” y “exigencia ciudadana”, son en realidad un teatro bien calculado. Un teatro con guion, con consignas repetidas palabra por palabra por distintos líderes, con una puesta en escena medida para convertir un caso individual en una daga contra todo un proyecto político. Nada espontáneo, nada genuino: simplemente la maquinaria habitual funcionando a pleno rendimiento.

Y ahí está el verdadero problema: no que exijan responsabilidades —que deben exigirse siempre, a izquierda y a derecha—, sino que utilicen un procedimiento judicial como arma arrojadiza para inflamar a su base electoral y mantener vivo un clima de confrontación permanente. Un clima que no construye nada, que no aporta nada y que solo sirve para erosionar aún más el debate público.

Mientras tanto, se silencian hechos incómodos: que el propio Gobierno ha colaborado con la justicia, que la detención no ha implicado ningún intento de obstrucción, que el caso afecta a individuos concretos y no a la estructura del partido. Pero claro, todo eso no da titulares, ni manifestaciones, ni discursos encendidos.

La derecha no busca esclarecer; busca desgastar. No quiere justicia; quiere espectáculo. Quiere convertir el caso Ábalos en una herramienta más dentro de su guerra política, un pretexto para señalar, para simplificar, para inflamar. Para intentar convencer a la ciudadanía de que un episodio grave —pero limitado— es en realidad un síntoma de una podredumbre generalizada que tiene Pedro Sánchez en su cúspide.

Hoy llamamos al orden, mirando de frente este oportunismo descarado. Criticamos cómo y por qué se construyen estas reacciones y qué efectos tienen en nuestra vida democrática. Porque si algo necesita este país no es una derecha que se disfrace de paladina de la ética estando de basura hasta los ojos, como ocurre en su recientemente destapado a la luz caso Almería, sino una oposición adulta, responsable y capaz de diferenciar entre el interés público y el interés partidista.


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