¿Democracia o Autocracia?


Fernando Alés.

Mayo/25

 

Recuerdo una triste frase que decía: “Ya he votao lo que usted me dijo señorito” Hoy en día no quedan tantos serviles en este sentido. Pero hay otros nuevos, que votan al de arriba a cambio de unas esperadas prebendas o simplemente por no estar a mal con su explotador.

 

 

Pues ya estamos otra vez aquí, en el mes de las flores, con flores a María etc., etc…

Y hablando de flores, porque no hablar también de floreros, que es en lo que parece que nos hemos convertido los votantes. Porque esto de las elecciones nos está dejando para sujetar la vela, o en este caso el ramo de flores. Para el sistema democrático, los votantes son los elementos fundamentales para su buen funcionamiento, su activo más importante, por decirlo así.

Pero como si fuéramos frutas en el frutero de la democracia, algunas se pudren, sea por desidia, desencanto o sobre todo por manipulación. O por servilismo, que también los hay.

Recuerdo una triste frase que decía: “Ya he votao lo que usted me dijo señorito” Hoy en día no quedan tantos serviles en este sentido. Pero hay otros nuevos, que votan al de arriba a cambio de unas esperadas prebendas o simplemente por no estar a mal con su explotador.

De esto saben mucho los poderes fácticos, que con sus dineros, sus medios y sus fieles perros manipuladores, mueven la silla a donde más les conviene, vamos como suele decirse, arrimando el ascua a su sardina.

Todo esto se podría evitar recibiendo una buena educación, teniendo un mínimo de cultura y de conciencia, diría que conciencia de clase. Pero eso ya no existe, ahora todos somos clase media y algunos que tienen doscientos euros más que yo en la cuenta, se creen de clase alta. Pobres infelices.

El fomento de la ignorancia es el mayor logro de todos aquellos que dirigen nuestras vidas en su propio beneficio y por contra, nuestra suerte de varas, donde nos clavan la puya una y otra vez sin compasión.

El resultado de todo esto es la realidad que estamos viviendo día a día, con cada vez más frecuencia. Gobiernos que salen de las urnas, cada vez más reaccionarios, cuando no, directamente fascistas, con el beneplácito de todos aquellos que les votaron en contra de sus propios intereses. No digo principios, porque cada vez está más denostado esto de tener principios, o de manifestarlo públicamente.  Véanse ejemplos como los de Orban, Meloni, Bolsonaro, LePen, Netanyahu, entre otros… O el último y más peligroso de todos ellos: Donald John Trump, un neoliberal salvaje al que solo le interesan los beneficios económicos, destruyendo derechos y libertades y poniendo en jaque a propios y extraños.

Ilustración: IA ALternativa Mediterráneo. Uso libre

Todos estos fascistas, salieron de las urnas, con el voto de una ciudadanía engañada, que les puso en la mano el poder para acabar con sus derechos, su libertad y en algunos casos con sus vidas.

Aquí también tenemos nuestro fascista oficial; Santiago Abascal, un defensor del franquismo, un creador de odio, que no ha votado en sede parlamentaria, ni una sola medida social, ni económica, ni siquiera que defienda los intereses de sus electores. Y que solo difunde discursos de odio y enfrentamiento.

Esos son los monstruos que hemos elegido para regir nuestras vidas y para destruir desde dentro nuestras débiles y tolerantes democracias.

Haciendo un poco de historia, podría decir que la antigua democracia, (que en griego clásico significa: El poder del pueblo) no tiene nada que ver con la que vivimos ahora.  Aquella se originó allá por el siglo VI  A.C. en Atenas, donde los ciudadanos mayores de veinte años y libres podían participar y a la vez era un deber hacerlo. Siendo esta de acción directa y no representativa como la actual. Con lo cual se creaba una asamblea donde sus miembros eran responsables con sus decisiones de una convivencia justa y equilibrada entre todos los sectores de la ciudadanía. Y los funcionarios encargados de llevar a cabo estas decisiones, eran elegidos o bien por la asamblea o por sorteo. De manera que todos tenían el derecho y la obligación de participar en la política.

Ilustración: IA Alternativa Mediterráneo. Uso libre

Como toda creación humana tenía sus fallos, puesto que no todos los miembros de su sociedad tenían derecho a formar parte de las asambleas. Las mujeres, los menores de veinte años y los esclavos, no eran considerados ciudadanos.

Pero con todo y con eso, fue el germen de una forma de gobierno, donde el pueblo gobernaba para el pueblo, evitando así ser gobernados por los caprichos arbitrarios de reyes y/o emperadores. 

Nunca fui comunista, aunque simpatizo bastante con su esencia. Aunque lo que menos del gusta del comunismo, son precisamente los comunistas, tal y como se han comportado a través de la historia. Toda forma de gobierno totalitario, convierte a sus dirigentes en sátrapas con poder absoluto y tal y como sabemos que es la especie humana, esto siempre degenera en opresión, represión y sometimiento de las clases gobernantes, sobre las clases gobernadas.

¿Entonces, cuál sería la forma de gobierno ideal? Pues no lo sé…

Sin declararme pro-chino, no lo puedo ser, porque mi educación cultural dista mucho de la suya. 

Digo que quizás y solo quizás, pudiera ser el de la República Popular de China, dirigida por el Partido Comunista Chino, cuyo órgano supremo; el Congreso Nacional se reúne cada cinco años y elige un Comité Central encargado de dictar las políticas legislativas y económicas durante ese tiempo.

Un régimen que siendo comunista ha sabido evolucionar desde el comunismo feudal de Mao Ze Dong, donde el hambre, la miseria y la represión, eran propias del más represor de los regímenes comunistas, hasta la actualidad, donde el pueblo chino (o más bien sus dirigentes) han sabido adaptarse en apenas unas décadas del subdesarrollo rustico, a convertirse en una de las naciones más desarrolladas tecnológicamente del mundo, sin perder sus valores tradicionales. Donde la gente se ayuda entre sí, donde se mantiene y fomenta el respeto a los mayores, donde la enseñanza y la sanidad son públicas, no existiendo las privadas.

Los desempleados reciben un salario básico a cambio de trabajos para la comunidad, hasta que encuentran trabajo.

Los chinos no votan, tienen un único partido político, el comunista. Pero a cambio tienen muy poca corrupción. Porque la corrupción se castiga muy severamente. No como en nuestros países, donde el corrupto se libra, en función de quien le juzgue, habitualmente una justicia al servicio de los poderes fácticos, por lo tanto corrupta en sí misma.

Es cierto que siguen siendo un país comunista, pero que ha sabido adaptarse a los tiempos y trabajar por sus ciudadanos, preservando sus valores, sus tradiciones y su forma de vida y a la vez adoptando alguno de los beneficios capitalistas. De manera que ahora a pesar de su nomenclatura comunista, bien podría decirse que aplican una política socialista.

A pesar de ser uno de los países más desarrollados tecnológicamente, y por tanto armamentisticamente, no ha participado en ningún conflicto bélico en los últimos cincuenta años.

Eso dice mucho de un país, en contra de otros que basan su poder en su afán imperialista, de sometimiento y de manipulación de otros países más débiles.

El gigante chino, no es lo que nos quieren vender nuestros muy amados líderes neoliberales; un mundo de opresión, que pone en  peligro nuestra cultura. 

Veo más respeto para las personas, desde el país del lejano Oriente, que desde los gobernantes que tenemos en la puerta de casa.

Y visto como están nuestras democracias, preferiría un sistema político que garantice nuestra seguridad, nuestro progreso y nuestro bienestar como sociedad, a que un  puñado de descerebrados elijamos “libremente” a nuestros amados líderes.


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