Se Vende Democracia

Daniel Martín.

Julio/2022

 

Resido en el paraíso, retirado de un oficio que desempeñé durante más de treinta años. No soy rico, invertí hasta el último céntimo que tenía ahorrado y la liquidación por mi finiquito, en un sueño del que ahora vivo con cierto desahogo, sin excesivos lujos, pero sin apuros. Tengo todo cuanto necesito para ser feliz; sol, mar, buenos amigos, un socio que siempre renuncia a su parte, un hijo que ya está asentado en el mundo, y una mujer que nunca he merecido, pero a la que amo y que me ama lo suficiente como para dejar todo atrás y acompañarme en mi locura.

No soy un hombre religioso, y jamás he creído en "superhombres" que llegaran para salvar a la humanidad de las ruinas con los que la propia humanidad buscaba su segura destrucción. Seres de orden divino que tienen difícil encaje en una mente con una mínima capacidad de raciocinio, y más cuando te asomas al mundo y contemplas el churro que al mismísimo Dios le salió.

En lo que si he creído siempre es en el respeto al prójimo y a sus ideas, en la razón y en la justicia, cuando es justicia. Estoy convencido de que los hombres somos perfectamente capaces de corregir nuestros errores antes de concluir nuestra autoaniquilación, sin que necesitemos para nada de la intervención de entidades divinas o sobrenaturales. Bastará para ello que apliquemos la cordura, el principio de respeto y la aplicación de las leyes, porque las leyes, en su mayor parte, están elaboradas para servir al interés general de los pueblos, auqnue es cierto que eso depende de su aplicación y la codicia o indecencia de quienes están encargados de aplicarlas y velar por su cumplimento.

Hemos permitido que en nuestro paraíso terrenal florezcan las ortigas del fraude, la deslealtad, la incultura y el acomodo a lo que venga sin preocuparnos de un mañana que es innegable que no nos preocupa. Hemos abandonado tanto el jardín democrático que nos ha crecido por doquier la mala hierba de las redes clientelares (entre otros numerosos males) que están liquidando los estados, beneficiándose deshonestamente y retroalimentándose de forma maliciosa entre mafias empresariales y políticas, en un pestilente negocio electoral donde unos compran, invirtiendo una ingente cantidad de millones de euros en campañas de prensa y absurdos procesos judiciales, escaños para otros que después devuelven el "favor" en forma de contratos con la administración pública que deja enormes cantidades del dinero de todos en las arcas de los primeros, que se muestran más que satisfechos no solo porque han recuperado la inversión hecha en la campaña del "amigo concejal", también porque han logrado llevarse a su cuenta de resultados una buena tajada de los millones del dinero público que, generalmente, se ha retraído de los recortados presupuestos de otras partidas, en un disparatado ejercicio de supresión derechos y servicios públicos, que a todos perjudica, para repartir el dinero de todos entre unos pocos amigos que, transcurridos cuatro años, serán los "mecenas" encargados de volver a aupar al sillón consistorial al mismo político que ahora les otorga los contratos que a todos, menos al ciudadano que es el que pone el dinero, está convirtiendo en millonarios.

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