Polvos de libertad para lodos pestilentes
Specula.
Septiembre/22
Que a mediados de los ochenta éramos mucho más jóvenes, puede parecer una curiosa forma de comenzar una columna, sin embargo si lo hilamos con que, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, como escribió Neruda, la cosa comienza a adquirir cierta perspectiva.
En los años setenta de la mano de Richard Nixon, se impulsa con fuerza un plan trazado por Eisenhower para dar fin al marxismo en el mundo. A finales del 74 en el Suresnes francés el PSOE de González abraza la socialdemocracia y renuncia a su principio fundacional más básico, aunque mantuvieron por estética la S de socialista para así desembarcar en la transición democrática. El tío Sam sonreía al otro lado del Atlántico y miraba satisfecho mientras aquel nuevo partido que decía representar a la clase trabajadora, arrasaría en las elecciones del año 82.
Desde este primer sábado de septiembre, los restos de Mijaíl Gorbachov, descansan junto a los de su esposa en el cementerio de Novodévichi de Moscú. Mediada la década de los ochenta aquel ruso que occidentalizó su imagen, a la par que lo hizo con la URSS, iniciaba un proceso llamado Perestroika, con la idea expresada como objetivo de cambiar la economía de planificación central de la Unión Soviética hacia una economía de mercado. La idea de fondo era “curar” el comunismo a base de capitalismo, y en la práctica, aquel imperio económico se acabaría repartiendo entre grandes oligarcas rusos que, presumen hoy en día de tener acumuladas entre otras, las mayores reservas de oro del planeta. El tío Sam mesaba sus cabellos inquieto y satisfecho a la vez pues, la hoja de ruta parecía ir mejor incluso de lo previsto.
Casi a finales de aquella década de cambios al máximo nivel para que todo siguiera igual, eso lo sabemos ahora que ya no somos los mismos, el Muro de Berlín cae con estrépito mediático en favor de las libertades. El tío Sam vuelve a sonreír mientras nos guiña un ojo, y un corolario de territorios se van desgajando de la URSS, entre ellos Ucrania, que lo haría dos años después.
Vladimir Putin califica a día de hoy la disolución de la Unión Soviética como “la mayor tragedia geopolítica del siglo XX”. Ese es uno de los motivos que alimenta su nacionalismo a ultranza, y junto con la homofobia y las impías maneras de sus servicios de inteligencia entre otras señas de identidad, se sitúa a la altura de propio tío Sam que, ahora observa con preocupación cómo su alter ego se le ha subido a las barbas.
El poder del capitalismo salvaje enarbolado por el estandarte americano, saca siempre a flote su cabeza, de eso hay infinidad de ejemplos. El último se constata con la sustitución del gas que Rusia ya no nos vende, por gas americano que ha ido escalando de manera radical su precio. La disposición de nuevas partidas económicas a la industria militar desde la UE, vuelve a ser escandalosa y crucial, para reflotar la maltrecha economía de USA, de la que se ha constatado ya su recesión, y a la que muchos expertos califican de quiebra.
Gorbachov, y le pasará también a González, ha acabado cambiando su papel protagónico por el de actor secundario, en un sistema económico tan cruel como depredador.
El tío Sam siempre gana. Un conflicto a miles de kilómetros de sus costas, el de Ucrania, y dos vías de financiación para restañar su economía agotada: la de la energía y la de la industria del armamento y nosotros, que ya no somos los mismos, entendemos ahora muy bien que se nos ofrecen polvos de libertad que traen luego lodos pestilentes de ruina moral y miseria económica.



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