La Antipolítica del PP
Specula.
Septiembre/25.
Irresponsabilidad, mentiras y otros mantras como bandera.
El Partido Popular ha encontrado en la antipolítica su refugio más seguro. Al no ser capaz de responder de manera eficaz a las crisis que golpean a las comunidades que gobierna, se ha hecho fuerte en un ejercicio tan irresponsable como dañino: esconder su inacción y culpar al Gobierno central de todo lo que ocurre, sea o no de su competencia, con resultado entre otros, de descreimiento ciudadano de la política como modo eficaz de regir la convivencia en todos los órdenes.
Está comprobado en incendios devastadores, inundaciones mortales o sequías que rayan con lo desértico. Allí donde gobierna el PP, las cámaras de televisión no muestran a un ejecutivo autonómico asumiendo responsabilidades o liderando soluciones, sino a dirigentes que corren a señalar a Pedro Sánchez. Es un patrón ya consolidado: minimizar lo que está en su mano, para exagerar o mentir abiertamente sobre lo que depende de Madrid y convertir cada tragedia en un ataque partidista que, concluye con un expeditivo: “Esto no pasará cuando gobernemos nosotros”.
El verdadero problema no es solo la cobardía política de quienes prefieren no dar la cara. El drama es que millones de ciudadanos quedan al albur de la nada, desprotegidos porque sus gobiernos autonómicos prefieren dedicarse a la propaganda antes que a la gestión; acaso es que no sepan gestionar. La sequía se convierte en un eslogan, los incendios en munición electoral y los temporales en un guion prefabricado para exigir más al “órgano superior”. Es decir, todo es excusa para cargar contra el Gobierno central mientras los vecinos esperan soluciones reales que nunca llegan a sus vidas.
El PP ha convertido la antipolítica en un modus operandi. Gobernar ya no significa planificar, anticipar riesgos ni coordinar recursos. Significa aparecer ante los medios como víctima de un Ejecutivo “ausente”, aunque la propia comunidad haya recortado en prevención forestal, renunciado a planes hídricos o ignorado a los expertos en protección civil. En otras palabras: el PP gobierna de espaldas a sus votantes y, cuando llega la crisis, huye hacia delante buscando el acompañamiento de los mismos.
Lo del PP es cinismo es mayúsculo. Mientras se lavan las manos de las catástrofes en sus territorios, sus dirigentes bien bronceados se permiten dar lecciones de gestión desde la tribuna parlamentaria o las CCAA. Hablan de “abandono” y “caos” mientras son ellos quienes eluden sus responsabilidades más básicas. Y lo peor: la ciudadanía, harta de ver un espectáculo de reproches cruzados, acaba reforzando la idea de que “todos los políticos son iguales”. Justo lo que el PP busca: sembrar la desafección para crecer en un terreno baldío donde nada florece salvo la propaganda, el caos y la falsa promesa de la regeneración.

La antipolítica no es una estrategia improvisada, es una decisión consciente que se vuelve hoja de ruta guionizada. Es renunciar a la política como servicio público para convertirla en un teatro de sombras. Y lo más grave es que, mientras se consagra este modelo tóxico, los desastres naturales siguen golpeando y los afectados siguen esperando un gobierno que actúe para solventar o mitigar, no que reparta culpas entre fanfarrias salvadoras postreras.
El Partido Popular de Feijóo puede seguir escondiéndose detrás del Gobierno central, pero la realidad es tozuda: cada incendio no apagado, cada sequía sin plan, cada emergencia mal o no gestionada, queda grabada en la memoria colectiva. La antipolítica da titulares fáciles, pero deja tras de sí un rastro de irresponsabilidad que ni la mejor campaña mediática podrá tapar. Como ejemplo hilarante el registro de pirómanos que contaría con apenas una docena de nombres. Si fuera un registro de pirados con mando en plaza, contaría con una similar nómina de unidades con pulsera telemática viajando en coches oficiales y con escolta.
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