Él nunca te abandonaría
Ángeles Molina.
Enero/26.
Si no está seguro de que a quien va dirigido, realmente la quiere, no regale mascotas. Los animales no son objetos, son seres vivos con sentimientos y completamente indefensos, una responsabilidad de por vida.
Cada año, cuando se apagan las luces de Navidad y el calendario avanza hacia la primavera, se repite un fenómeno tan previsible como trágico y silencioso: el aumento del abandono de mascotas. Perros y gatos que fueron regalados durante las fiestas envueltos en la ilusión del momento, fotografiados junto al árbol y celebrados en redes sociales, terminan pocos meses después en perreras, protectoras o directamente en la calle. No se trata de un hecho puntual ni anecdótico, sino de una consecuencia estructural de una cultura que sigue entendiendo a los animales como objetos de consumo y no como seres vivos con necesidades, tiempos y derechos propios.
Las cifras que manejan las asociaciones protectoras son elocuentes. Aunque el abandono se produce a lo largo de todo el año, los picos se concentran tras el periodo navideño y, de nuevo, después del verano. En el caso de la Navidad, la causa principal es la adquisición impulsiva. Cachorros regalados a niños sin valorar la responsabilidad que implican, animales comprados por compromiso o por moda, o simplemente entregados como “sorpresa”, sin que la persona receptora haya manifestado un deseo real de convivir con una mascota. El resultado es siempre el mismo: cuando el animal crece, exige atención, tiempo, dinero y educación, deja de ser "una monada" y se convierte en un engorro.
El problema se agrava porque la imagen del cachorro dista mucho de la realidad adulta. Un perro pequeño que ocupa poco espacio y no requiere de mucha atención se convierte en un animal grande que ocupa espacio y requiere de atención y cuidados; un gato tranquilo puede desarrollar comportamientos normales pero incómodos para quien no los esperaba. A ello se suman los gastos veterinarios, la necesidad de paseos diarios, la educación básica y la reorganización de rutinas. Lo que en diciembre parecía tierno y asumible, en marzo se percibe como una carga. Y en demasiados casos, la solución elegida es el abandono.
Existe también un abandono más cruel y menos visible: el de aquellos animales que nunca fueron realmente deseados. Mascotas regaladas para contentar a un niño, para suplir una ausencia o como gesto social, sin que haya detrás un compromiso consciente. Son animales que, desde el primer día, ocupan un lugar marginal en el hogar, carecen de vínculo afectivo y terminan siendo abandonados ante el primer inconveniente. La Navidad, con su carga emocional y consumista, actúa como catalizador de estas decisiones erróneas.
Las protectoras y refugios afrontan entonces una situación límite. Con recursos escasos y personal mayoritariamente voluntario, deben absorber una oleada de animales abandonados, muchos de ellos jóvenes, desorientados y con problemas de socialización. El colapso no es solo logístico, sino también emocional: cada abandono es el fracaso de una sociedad que sigue sin interiorizar que un animal no es un regalo, sino un ser vivo, una responsabilidad a largo plazo.
Frente a este escenario, las campañas de concienciación se repiten año tras año con mensajes claros: “No regales mascotas”, “Adopta con responsabilidad”, “Un animal es para toda la vida”. Sin embargo, su impacto sigue siendo limitado si no va acompañado de educación y de una reflexión colectiva más profunda. Educar en el respeto a los animales desde la infancia, fomentar la adopción frente a la compra y exigir un compromiso real antes de incorporar una mascota a la familia son medidas imprescindibles para romper este ciclo.
También es necesario un mayor compromiso institucional. La identificación obligatoria, el control efectivo de la cría indiscriminada y sanciones reales contra el abandono, son herramientas clave para reducir el problema. Pero ninguna ley será suficiente si no cambia la mentalidad social que permite que miles de animales que deben ser parte de la familia se convierta en una "cosa", un regalo, que acaba siendo un estorbo.
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