1º de mayo. Eterna lucha.
Jaime Tenorio.
Mayo/25.
El 1º de mayo de 1886. Ese día, cientos de miles de trabajadores en Estados Unidos, con Chicago como epicentro, iniciaron una huelga general masiva para exigir la jornada de ocho horas.
El Día Internacional de los Trabajadores no es una concesión gratuita del sistema, sino el eco de una batalla que cambió, y sigue cambiando, la forma en que entendemos el trabajo y la dignidad del trabajador. Es el resultado de una historia densa, escrita con sudor, sangre y el sacrificio de quienes soñaron con un mundo más justo, con una sociedad más equitativa.
Para conocer por qué hoy disfrutamos de ciertos derechos laborales debemos viajar al Chicago de finales del siglo XIX. La Revolución Industrial había dado un vuelco al sistema productivo, transformando sociedades, y siendo aprovechada por el sistema para chantajear al obrero obligándolo a realizar su labor en condiciones que iban más allá de la explotación, eran brutales. Jornadas de 12, 14 e incluso 16 horas eran la norma en fábricas insalubres y peligrosas, con salarios de miseria y sin ningún derecho.
En ese caldo de cultivo de explotación, surgió una demanda que hoy nos parece básica, pero entonces era revolucionaria: la jornada laboral de ocho horas. "Ocho horas para trabajar, ocho horas para descansar, ocho horas para lo que nos dé la gana", clamaban los sindicatos.

La fecha clave es el 1º de mayo de 1886. Ese día, cientos de miles de trabajadores en Estados Unidos, con Chicago como epicentro, iniciaron una huelga general masiva para exigir la jornada de ocho horas. Las manifestaciones fueron mayoritariamente pacíficas, pero la tensión era palpable. Tres días después, el 4 de mayo, durante una concentración en la plaza Haymarket de Chicago, una bomba estalló entre las filas policiales que intentaban disolver el acto. La policía respondió abriendo fuego contra la multitud. El saldo: muertos y heridos en ambos lados, y el inicio de una brutal represión contra el movimiento obrero.
Lo que siguió fue una farsa judicial. Ocho líderes anarquistas y sindicalistas fueron arrestados y acusados de la conspiración detrás del atentado, a pesar de la falta de pruebas concluyentes que los vincularan directamente con la bomba. Cuatro fueron ahorcados, uno se suicidó en prisión antes de la ejecución, y los otros tres recibieron largas condenas (aunque serían indultados años después al reconocerse las irregularidades del juicio). Estos hombres pasaron a la historia como los "Mártires de Chicago".
Su sacrificio no fue en vano. El eco de Chicago resonó en todo el mundo. En 1889, durante el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional celebrado en París, se acordó instituir el 1º de Mayo como jornada de lucha reivindicativa internacional, en homenaje a los Mártires de Chicago y para continuar la presión por la jornada de ocho horas y otras mejoras laborales.
Desde entonces, el 1º de Mayo trascendió la demanda original. Se convirtió en un símbolo universal de la lucha obrera contra la explotación, por la justicia social, la solidaridad entre trabajadores y la defensa de derechos fundamentales. Es un recordatorio anual de que los derechos laborales –salarios dignos, condiciones seguras, libertad sindical, protección social– no se regalan, se conquistan y, crucialmente, se deben defender constantemente.
¿Historia antigua? En absoluto. Aunque la jornada de ocho horas es ley en muchos lugares (y aun así, a menudo incumplida o desdibujada por la flexibilidad mal entendida), las formas de explotación cambian, pero la necesidad de defender la dignidad del trabajador persiste. Hoy, las luchas se centran en la precariedad laboral, los salarios estancados frente a la inflación, la brecha salarial de género, la regulación del teletrabajo, la protección de los trabajadores de plataformas digitales (los llamados "falsos autónomos"), la salud mental en el entorno laboral y los desafíos que plantea la automatización.
Por eso, este 1º de Mayo, más allá del descanso, vale la pena recordar. Recordar a los de Chicago y a tantos otros, anónimos, que pusieron el cuerpo y la voz para que hoy tengamos derechos que damos por sentados. Recordar que la lucha por un trabajo digno, por un futuro más equitativo, es una historia que, lejos de haber concluido, se reescribe cada día. No es solo memoria; es presente y es, sobre todo, un llamado a la reflexión y a la acción consciente por la justicia social en el mundo del trabajo.


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